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Avenida Retail

El revolucionario Moschino

28 de febrero 2022

Tiempo de lectura: 3 minutos

Este año Franco Moschino, -el diseñador italiano- hubiera cumplido 72 años -partió muy pronto con solo 44 años en el año 1994, debido a una difícil enfermedad-, pero su legado sigue más vivo que nunca. Esta es la historia del hombre que tuvo la capacidad de burlarse de sí mismo y afirmó que la moda clásica era una especie de régimen dictatorial. 

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Franco Moschino nació un 27 de febrero de 1950 en Abbiategrasso, un pequeño pueblo a 20 kilómetros de Milán donde para la época de su nacimiento vivían aproximadamente 20,000 personas. Como podrán imaginar se trataba de un pueblo tradicional, donde todos se conocían y parecía que vivías espiado desde todas las ventanas. 

 

Sus primeros años fueron muy complicados ya que por ser diferente fue víctima de abusos y burlas por parte de sus compañeros que no lo entendían y no tenían la menor intención de hacerlo. En una entrevista realizada a finales de los ochenta Moschino comentó respecto de sus años en la escuela: “cada vez que tenía que ir a la escuela me levantaba con un dolor de estómago terrible, y ese dolor no me dejaba durante el día. Vivía aterrado por las constantes burlas de los otros chicos, pero nunca lloré delante de ellos, a pesar que ganas no me faltaron, me aguantaba todo lo que podía y una vez que las clases terminaban me iba a llorar a los alrededores de la Basilica de Santa Maria Nuova, llegaba a mi casa como si no hubiera pasado nada, nunca nadie se dio cuenta de mi sufrimiento”.

Al terminar la escuela Moschino tenía muy claro que debía dejar Abbiategrasso y para ello -y con solo 17 años- partió rumbo a Milán para iniciar estudios de Bellas Artes en la Accademia delle Belle Arti, dejando de lado la posibilidad de trabajar en el negocio familiar, una fundición de hierro: “que tenía que ver yo con el negocio de mis padres, cada vez que me llevaban a la fábrica era como una tortura, y lo que hacia era esconderme para dibujar sobre el polvo acumulado en las paredes, comentó alguna vez.  

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Para poder pagar sus estudios -ya que sus padres no estaban dispuestos a invertir ni una lira en una carrera tan descabellada-, empezó a trabajar como ilustrador independiente, al poco tiempo ya estaba haciendo trabajos para las más importantes revistas de moda. Es en ese mundo  que conoce a quién se convertiría en uno de sus grandes amigos: Gianni Versace (1946-1997) que se percató del talento que tenía para la ilustración y en 1971 le propone que trabaje para él.

 

Trabajó con Versace por seis años donde además de dibujar como un enajenado, se dedicó a observar todo lo que sucedía en el taller, aprendió muchísimo y nunca dejó de reconocer que su experiencia laboral con Versace cambió su vida para siempre. 

 

Ambos murieron prematuramente, Moschino de un tumor intestinal en 1994 y Versace tres años después asesinado en la puerta de su mansión de Miami Beach. Luego que ambos murieran se hizo público que padecían también de SIDA, curiosas coincidencias. 

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Pero volvamos a los setenta, concretamente al año 1977, cuando Moschino decide decirle adiós a Versace y empezar a trabajar a tiempo completo como diseñador para la marca italiana Cadette, posición que desempeñaría hasta 1982, cuando decide que es momento de volar de manera independiente, creando su propia empresa, lanzando su primera colección femenina en 1983 y un año después la primera dirigida para el mercado masculino: Moschino había nacido.

 

Moschino se había convertido en una de las figuras más prometedoras del diseño italiano y su nombre era sinónimo de una propuesta audaz, moderna y contestataria, que utilizaba como mecanismo de protesta frente al dispendio exagerado de la moda tradicional, lema que estampó en muchas de sus prendas “Waist of Money” (despilfarro de dinero), y declarando a la prensa con desparpajo que la moda no existía y que era una dictadura fascista que mataba a la gente. 

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A pesar de ser muy radical en su manera de pensar y al momento de expresar sus ideas, nadie podía negar su talento y es por eso que lo empezaron a llamar   “El niño terrible de la moda italiana”.        

 -Francia ya tenía un niño propio y no era otro que Jean Paul Gaultier-1952-. 

 

Los diseños de Moschino eran irreverentes y muchos llegaron a considerarlos una burla al clásico e implecable diseño italiano. Son memorables por ejemplo la minifalda de mezclilla negra con huevos fritos de plástico que la decoran, la chaqueta acolchada con tapas de botellas, los pendientes de enchufe, y los corpiños hechos con pernos de seguridad. Se atrevió inclusive a parodiar a la más grandiosa de las diseñadoras francesas, Coco Chanel (1883-1971), haciendo versiones propias del clásico traje sastre, que inclusive en algún momento Lady Diana (1961-1997) se atrevió a utilizar.

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A mediados de los ochenta decide empezar a diseñar ropa más urbana y lanza su primera colección de jeans, que literalmente generó toda una conmoción. Los jeans del diseñador italiano se volvieron “objeto de deseo” y eran utilizados por estrellas y celebridades alrededor del mundo, a pesar de no ser precisamente muy económicos, y es  justamente por los altos costos de sus prendas que se le empezó a criticar. La prensa comentaba que Moschino había sido tragado por todo aquello contra lo que luchaba, y que al final se había doblegado frente al poder del dinero.

 

Para aproximarse a nuevos mercados se animó a incursionar en el mundo de la perfumería y así nace en 1987 Moschino for Women una fragancia atrevida que fue la primera de un muy exitoso negocio que hizo que el nombre del diseñador se conociera mundialmente. Las mujeres que no podían acceder a una de sus costosas creaciones, pues se compraban el perfume y llevaban a Moschino a casa.

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Pero esto no quedó allí, Moschino se dio cuenta de su gran aceptación en el mercado juvenil, y es así que decide lanzar una línea más económica a la cual bautizó como Cheap and Chic y otra llamada Ecouture que apostaba por prendas elaboradas con materiales respetuosos con el medio ambiente. Para finales de los ochenta Moschino ya tenía una tienda en Milán y había sido galardonado con el Premio Aguja de Oro, premio que concede anualmente el Ministerio de Cultura español.

 

También fue de los primeros en reaccionar en contra al uso de pieles y así lanzó una colección de prendas de pieles sintéticas, adelantándose en casi dos décadas a lo que todas las marcas de moda del mundo hoy practican  -gracias a Dios-.

En 1993, y para conmemorar sus diez años de trabajo se realizó en una exposición en Milán una muestra denominada “Diez años de Caos” donde recordó las creaciones más célebres de su vida, empezando con unos memorables vestidos hechos con bolsas de basura. La muestra contaba también con uno de sus símbolos preferidos: la Virgen de La Macarena, de la cual el diseñador era devoto. El viaje a través e diez años de trabajo dejaba ver  el cambio radical que había experimentado desde la frivolidad de sus primeras colecciones hasta sus propuestas de corte ecológico. 

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En esa época todo parecía sonreírle, lo había alcanzado todo, pero como dicen por allí “la procesión iba por dentro”, para empezar en 1992 Moschino fue operado de un tumor maligno en el estómago, pero además escondía un gran secreto padecía de SIDA, en una época donde la sola palabra daba escalofríos y hacia que las personas huyeran asustadas pensando que podían contagiarse con solo un beso. 

 

Moschino probablemente adquirió la enfermedad a inicios de los ochenta, donde se sabía muy poco de la enfermedad y donde los tratamientos no tenían la efectividad que tienen hoy. Él era uno más de esos millones de jóvenes alrededor del mundo que padecían en silencio una enfermedad que no tenía tratamiento seguro y cuyo destino inexorable era la muerte.

 

En 1994 las complicaciones derivadas del  SIDA, su precario sistema inmunológico y el avance del cáncer finalmente acabaron con la vida de este genio del diseño que tenía solo 44 años cuando partió dejando una huella imborrable.

 

¿Y que pasó con la marca?, pues sigue tan vigente como cuando Moschino vivía. Desde el 2013 la dirección creativa está a cargo de Jeremy Scott-1974, diseñador norteamericano nacido en Kansas City y que ha sabido continuar con la esencia de la marca, como dicen algunos “parece la reencarnación de Moschino”, porque sus diseños continúan siendo igual de atrevidos, creativos, e irreverentes. Scott no copia a Moschino, simplemente son "almas gemelas" y tienen en el ADN esa idea que la moda no debe ser algo rígido ni parametrado y que es básicamente una manera de expresión personal, y es por eso que la marca de propiedad del grupo Aeffe desde 1999 factura anualmente más de 100 millones de euros por año, con tiendas en las principales ciudades del mundo. 

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