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Los juguetes de las navidades pasadas
21 de diciembre 2021
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Cada vez que llega Navidad y veo en la televisión la inmensa variedad de posibilidades que un niño tiene hoy para elegir un juguete, no puedo dejar de recordar con ternura los juguetes de las navidades de finales de los setenta que si bien no eran muchos quedaron fijos en la memoria de muchos de nosotros, porque a pesar de su sencillez se convirtieron en símbolos de toda una época:
El Perú de finales de los setenta era muy diferente al que hoy conocemos, para empezar se vivían los últimos años de una prolongada dictadura militar y una terrible crisis económica, no habían importaciones y básicamente se podía comprar lo que en el Perú se producía, que definitivamente era una oferta muy limitada y no tenía absolutamente nada que ver con la inmensa cantidad de posibilidades que hoy se tienen.
Con los juguetes sucedía lo mismo que en cualquiera de las otras categorías, todo se fabricaba en el país con las limitaciones que evidentemente eso tenía, pero esto no era un obstáculo para que los niños de la época soñaran con esos sencillos juguetes como ocurre hoy cuando un niño o niña espera con ansiedad tener por ejemplo el Lego de Spiderman o la última Barbie.
Es cierto que los juguetes de los setenta eran pocos, pero se convirtieron en íconos -a pesar de su sencillez- para millones de niños que hoy los recuerdan con cariño y ternura.
Desde aquí quisimos rendirle un homenaje a aquéllos juguetes que hicieron las delicias de los niños de finales de los setenta -hoy todos casi cincuentones- y llevarlos por un viaje nostálgico, cargado de ilusiones y hermosos recuerdos. ¿Listo para el viaje?
No podemos hablar de juguetes en el Perú sin mencionar a la empresa BASA, llamada originalmente Bakelita y Anexos, que fue fundada en 1949 para fabricar productos plásticos para el hogar y que desde los setenta -esto por el cierre de las importaciones- se dio cuenta que tenía otra oportunidad de mercado, dirigida a un segmento totalmente diferente: el mercado infantil, y así empezó a fabricar juguetes, muy básicos y elementales, pero que se convirtieron en objetos de deseo e ilusiones para todos los niños del Perú.
Empezaremos con las muñecas, donde las estrellas -y nadie lo ponen en duda- eran el Apachurrito y el Chicho Bello. Ambos fabricados por BASA, fueron un éxito de ventas y no había niña que no quisiera tener en sus brazos una de estas muñecas.
El Apachurrito hizo su aparición a mediados de los setenta, era una muñeco con cuerpo de relleno blando al que como su nombre lo decía podías apachurrar hasta el cansancio, la cabeza era de plástico y el pelo rubio. Muchos lo ignoran pero para su fabricación BASA se inspiró en los muñecos Baby Beans que fueron producidos por Mattel desde 1970 hasta 1984 y que como el Apachurrito tenían el cuerpo relleno de pequeñas bolitas de poliestireno. La verdad es que el Baby Bean y el Apachurrito eran casi idénticos -juzgue usted por la imagen- pero en el Perú nadie sabía de Mattel y menos de algún muñeco con ese nombre, para todos el Apachurrito era peruano y cómo decía el slogan “Bueno con B de Basa”.
Tanta sensación causo el Apachurrito, que poco tiempo después BASA lanzó la Apachurrita y luego ya inicios de los ochenta el Súper Apachurrito, que era un muñeco con capa al estilo de Superman, que también se convirtió en protagonista de una serie de accesorios, como loncheras o thermos escolares.
Por la misma época en la que apareció el Apachurrito, también entró en escena el Chicho Bello, se trataba de un muñeco con el tamaño de un bebe real, vestido con ropa de lana en color celeste o blanca, pelo rubio y ojos azules; pero adicionalmente venía con un chupón que cuando se le sacaba, el muñeco lloraba sin parar, había que ponérselo de nuevo para que deje de llorar. Esto era toda una novedad para una época donde en el Perú un muñeco que lloraba era como hoy el último Play Station.
Las niñas soñaban con tenerlo y ponían en serios aprietos a sus padres que tenían que hacer un gran esfuerzo para comprarlo, era de lejos la muñeca más costosa del país, pero se vendía “como pan caliente”, un poco lo que hoy es American Girl, guardando las inmensas distancias.
Así como el Apachurrito se inspiró en un juguete de la marca Mattel, el Chicho Bello era una copia del italiano Cicciobello diseñado en 1962 por Gervasio Chiari, fundador de la fábrica de muñecas Sebino-1957.
Otro de los grandes juguetes de mediados de los setenta era el Rascaplaya, un balde desarmable con forma de robot. No hubo niño de la época que no la pasara genial llevando a la playa este balde, cuyas partes desarmables garantizaban horas de entretenimiento a la orilla del mar.
Para los que gustaban los carritos, BASA lanzó la pista de carreras AndinBox, cuya nombre estaba inspirado en la muy conocida marca inglesa Matchbox. Los carritos y la pista no eran tan espectaculares, pero como dice el refrán a “falta de pan buenas son las tortas”, y AndinBox hizo las delicias de miles de niños peruanos -entre los que me incluyo-.
El Raspis fue otro juguete que dejó huella, se trataba de una máquina de plástico para hacer raspadillas y venía con tres sobres de sabores surtidos para preparar el jarabe y con seis vacitos, todo pensado en poner un puesto de raspadilla. La maquinita trituraba el hielo a través de una manivela, no era peligrosa y la verdad era un juguete para pasarla muy bien en las tardes calurosas del verano limeño.
Adicionalmente a estos clásicos, BASA lanzó muchos otros juguetes como el Gusy Gus, que era un gusanito estilo triciclo, cientos de carritos de todas las formas y tamaños, pistolas, y una infinidad de muñecas y muñecos muchos de ellas inspiradas en los personajes populares de la televisión de esa época como Pinina, Topo Gigio o Mafalda.
¿Y Barbie? Pues durante los setenta la Barbie no se vendía en el Perú, BASA pediría a Mattel los derechos de fabricación de la muñeca más famosa del mundo recién en los ochenta, así como otras licencias de marcas importantes como las de PlayGo. Por casi una década la Barbie y el PlayGo fueron fabricados en Perú, luego la crisis hizo que se detuviera la fabricación y ya para los noventa la totalidad de juguetes que se vendían en el Perú eran importados.
A pesar de la poca oferta, muchos recuerdan con cierta nostalgia las navidades de los setenta y es que para un niño, poco o nada importa de donde es el juguete y es su imaginación la que convierte una caja o una lata en una maravillosa nave espacial.