Es octubre y es mes del Señor de los Milagros pero también mes de Turrón de Doña Pepa, ya que con pandemia o sin pandemia, con cuarta, quinta o sexta ola en miles de hogares de Lima se comprará este delicioso y tradicional postre que se consume casi con devoción desde hace siglos…al comerlo todos con seguridad lo saborearán pero son muy pocos los que se acordarán de Josefa Marmanillo…¿Quién es ella? Pues nada más y nada menos que la verdadera y única Doña Pepa y de paso la creadora del postre. Aquí un homenaje a esta repostera de la época virreinal.
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Ya estamos a 15 de octubre y si usted vive en Lima, estamos seguros que ya debe haber comprado una o más porciones de Turrón de Doña Pepa…y probablemente compre muchas más…y es que es muy difícil resistirse a este dulce tradicional limeño más aún si lo acompañamos con una taza de té o café bien caliente, ya que por estos lares en esta época hace mucho frío.
Todos somos conscientes que del Turrón de Doña Pepa no se puede abusar, son más de 1000 calorías por porción, pero es muy complicado negarse a probar esta centenaria preparación elaborada con masa de harina de trigo, manteca, yemas de huevo y canela, que se arma con listones de masa horneados distribuidos como si se tratara del popular juego de jenga, y que se baña en dulce miel de chancaca y se decora con grageas y confites de colores.
Estamos seguros que como a nosotros el turrón les encanta, pero también podemos asegurar que cuando se come una generosa porción no viene a su mente el nombre de Josefa Marmanillo; y es que para comer Turrón de Doña Pepa como Dios manda mínimo hay que saber quien es ella y que le debemos, ya que no es otra que la inventora del postre, y la verdadera y única Doña Pepa.
Para conocer a Josefa Marmanillo debemos viajar mentalmente al Siglo XVII, en pleno Virreinato, donde Lima era la gran metrópoli del continente, pero a Josefa la encontramos un poco más al sur en el pequeño pueblo de Cañete -que por esa época se llamaba Villa de Cañete- donde existían grandes haciendas trabajadas por esclavos de ascendencia africana, condición que la protagonista de nuestra historia tenía. Allí en ese mundo de injusticias nació y se crio Josefa, que aprendió de su madre los secretos de la cocina, ganando fama…pero no dinero, porque en esa época los esclavos no tenían esas posibilidades.
Un buen día Josefa empezó a sentir unos extraños calambres en las manos que se fueron extendiendo a los brazos, al punto que de la noche a la mañana tenía ambas extremidades totalmente paralizadas. Nadie entendía que le había sucedido y los médicos de la época evidentemente no tenían la capacidad de dar con algún diagnóstico, lo único cierto es que Josefa quedó impedida de hacer lo que más amaba: cocinar…labor que a pesar de las penurias de vivir en condición de esclavitud hacia más llevadera su vida.
Viéndola impedida y sumida en la más terrible depresión, su amo decidió liberarla y con esa capacidad de poder decidir por ella misma, Josefa partió rumbo a Lima para buscar la solución a sus problemas de salud en el Cristo Moreno o Señor de Los Milagros del cual era muy devota. Llega a Lima en época de procesión y se dirige al antiguo barrio de Pachacamilla -zona donde hoy está ubicada la iglesia de Las Nazarenas- y al ver la imagen del Cristo y rezarle con mucha fe y devoción, milagrosamente sus manos y sus brazos fueron recuperando movilidad.
En agradecimiento Josefa quiso corresponder de la forma que mejor sabía: “cocinando” y así inspirada en los colores y aromas de la procesión concibió la receta del turrón en una combinación magistral a base de harina, anís tostado, ajonjolí , miel de chancaca y grajeas. Desde el año de su milagrosa curación no hubo vez en la que Josefa no viajara a Lima en octubre para ofrecer gratuitamente a los limeños su postre a manera de retribución por el milagro de su sanación.
Con el tiempo la receta de Josefa fue también preparada por otras panaderías de la ciudad y empezó a ser conocida como Turrón del Señor de los Milagros...recién a inicios del Siglo XX sería bautizada como Turrón de Doña Pepa, pero ya para ese momento el turrón era parte del patrimonio culinario del Perú y un elemento distintivo de octubre, mes en el que se lleva a cabo en Lima una de las demostraciones de religiosidad popular más impresionantes del mundo.
La próxima vez que compre una porción de turrón de la marca que más le guste, antes de comérselo recuerde unos minutos a Josefa Marmanillo, una negra esclava que en agradecimiento al milagroso Cristo Morado creó tan espectacular postre.