Caminar por las calles de París bien temprano en la mañana, es ser testigo del desfile de un gran número de personas haciendo colas en las diferentes "boulangeries" o panaderías a la búsqueda de pan caliente, recién salido del horno. Levantarse temprano para comprar una barra de baguette caliente es parte de la naturaleza de los franceses; es una manera de vivir. De acuerdo con el Observatorio del Pan (así como lo escuchan; en Francia existe una entidad científica que supervisa el pan); los franceses consumen 320 baguettes por segundo; 10,000 millones de unidades al año. "Estos son muchos baguettes".
Con éstos números no es de sorprender que los franceses tomen el pan baguette muy pero muy en serio; al punto que desde 1994 un jurado de expertos se juntan en París para el Grand Prix del Baguette; una competencia para determinar quien fabrica el mejor baguette de la ciudad.
Cada año, 200 panaderos de París toman parte de la competencia, enviando dos de sus mejores baguettes muy temprano en la mañana, para que éste panel de expertos pueda evaluarlos. En principio, se verifica que midan entre 55 cm. y 65 cm. de largo y tengan un peso que va entre los 250 g. a 300 g. Sólo la mitad de los baguettes que entran a la competencia cumplen con estos requisitos y pueden pasar a la siguiente fase de la evaluación.
En la siguiente ronda los 14 miembros del jurado que incluyen críticos y periodistas gastrnómicos analizan las barras de baguettes desde cinco perspectivas: horneado, aspecto, aroma, sabor y la más importante: la corteza y la miga. Un baguette perfecto debe tener una corteza crujiente y dorada, buen sabor a cereal, y una miga ligera y cremosa.
El ganador del 2018 fue Mahmoud M’Seddi; que a los 27 (el más joven ganador de la historia) años logró ganar el torneo. M’Seddi, trabaja como maestro panadero en una pequeña panadería familiar M’Seddi Moulins des Prés, en el distrito 13. M’Seddi señala: "crecí rodeado de panes y desde que acuerdo vi como se horneaba el pan, me siento afortunado por esto; en vez de estar en guarderías o con niñeras, yo estaba en la panadería".
El padre de M’Seddi’s, originario de Tunisia; llegó a París a finales de los ochenta para estudiar ingeniería eléctrica. Para ayudarse económicamente empezó a trabajar en una panadería donde literalmente se enamoró del arte de fabricar pan, al punto que dejó sus estudios de ingeniería para dedicarse a tiempo completo a ser panadero.
M’Seddi se levanta a las 4:00 de la mañana para empezar a preparar sus famosos baguettes que son totalmente fabricadas a mano; cada una con la forma y tamaño perfecto; el ejemplo perfecto de lo que un baguette francés debe ser.
Sami Bouattour, ganador del 2017 y uno de los miembros del jurado en la edición del 2018 comenta: "es relativamente sencillo escoger a las 20 mejores barras; pero de ahí en adelante se complica muchísimo, las diferencias son muy pequeñas".
El Presidente de Francia, Emmanuel Macron; es un apasionado del pan baguette al punto que logró que en el 2018 la receta del baguette francés fuera reconocida por la UNESCO como: Patrimonio Intangible de la Humanidad; al igual que también lo son; la masa de pizza napolitana, el pan de jengibre de Croacia y el pan árabe. Pero Macrón señala: "el baguette francés es la envidia del mundo entero".
En tres de las cuatro últimas ediciones del Grand Prix del Baguette, los ganadores han sido panaderos franceses pero de orígenes africanos. Uno de ellos Djibril Bodian, un hijo de inmigrantes senegaleses, ha ganado el premio en dos oportunidades; la primera en el 2010. Bodian tuvo que esperar cuatro años para participar por segunda vez en la competencia ya que ésta es la regla impuesta por el comité evaluador; pero una vez el tiempo había transcurrido en el 2015 volvió a ganar.
Bodian desde su panadería Le Grenier a Pain comenta: "para hacer el mejor baguette de Francia se requiere pasión y esto no tiene nada que ver con el lugar donde hayas nacido".